literatura

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martes, 9 de junio de 2015


HISTORIA DEL DOMINGO SIETE

Ustedes habrán oído alguna vez la expresión que  dice: "es un domingo siete", ¿verdad?
    ¿Qué es eso del domingo siete?
    En Centroamérica se cuenta una historia del domingo siete, que es más o menos así:
   Había una vez dos chicos: Juan, que tenía tres pecas en el cachete, y Domingo, que era malo y amarrete.
 Los dos iban al colegio, atravesando todo el bosque de Gulubú.
 No se llevaban muy bien, porque Domingo le hacía bromas a Juan a causa de sus tres pecas. Bromas que Juan tomaba con mucha paciencia porque era un chico bueno, muy bueno, réquete pecoso.
 Una tarde salió Juan del colegio, y Domingo, como siempre, se quedó en penitencia después de clase.
Juan iba saltando y cantando por el bosque, cuando se desvió un poco del camino por seguir a una ardilla que jugaba por ahí y le hacía morisquetas.
Por correr tras la ardilla, como digo, se desvió del camino y se perdió.
 Y de pronto ¡zápate! lo sorprendió una espantosa tormenta.
 Caían unas gotas gordas como patas de elefante, un granizo gordo como helados de cien pesos, soplaba un viento hecho por un millón de hélices.
Juan buscaba refugio, tratando de no mojar su prolijo cuaderno.
Corrió y corrió hasta que por fin pudo meterse en el hueco de un árbol, empapado y tiritando.
Allí esperaba acurrucado que pasara la tormenta.
Cuando amainó, ya era de noche y a lo lejos vio una lucecita.
-Debe ser la casa de algún guardabosque-pensó-, quizá me permita secarme junto a la chimenea y me dé un plato de sopa.
Juan caminó hasta la casa.
Se acercó a la ventana y oyó un coro de voces chillonas y destempladas que cantaban una preciosa canción que decía así:
 -"Lunes, martes, miércoles tres..."
Como a Juan le gustaba mucho la música no pudo contenerse y cantó también completando la canción.
Porque la canción, en la palabra "tres", se paraba de golpe.
Y Juan cantó:
 -"jueves, viernes, sábado seis..."
La ventana se abrió de par en par y se asomaron un montón de brujas, brujitas y brujotas, feas y desmechadas, que sonriendo con sus escasos dientes dijeron:
-¿Pero quién es el chico réquete pecoso y bueno que nos ha completado tan graciosamente nuestra canción?
-Yo-dijo Juan con modestia.
-¡Pero qué preciosura! -dijo la bruja capitana-, hace tres millones de semanas y dos días que estamos tratando de completar la letra de esta canción ¡y no podemos!...
-"Lunes, martes, miércoles tres..."
Y Juan  volvió a corear:
-"Jueves, viernes, sábado seis..."
-Desde hoy, y gracias a ti, podremos cantar completo el himno de las brujas de Gulubú, y por este gran favor que nos has hecho te vamos a premiar.
Y dicho y hecho, las brujas, las brujitas y las brujotas le regalaron a Juan una bolsa enorme llena de caramelos, chupetines, bombones, alfeñiques, turrones, nueces, chocolatines, helados que no se derretían y no me acuerdo qué más.
Juan les dio las gracias y se fue cantando.
Ya no llovía, y la ardilla lo guiaba por el camino.
Al día siguiente, Juan repartía golosinas entre sus compañeros del colegio, cuando llegó Domingo y le arrebató unas cuantas de un manotón.
-¿Dónde has robado esto? -le preguntó.
-¡No lo robé! -le contestó Juan indignado-, me lo regalaron las brujitas de Gulubú.
-¡Mentira! -gritó Domingo, dispuesto a pegarle en el cachete pecoso.
Entonces Juan, para que no dudara de su honradez, le contó con detalles su aventura: cómo se había perdido por correr tras una ardilla que le hacía morisquetas, cómo lo había sorprendido la tormenta, cómo había llegado a la casa de las brujas y cómo les había completado graciosamente esa canción que decía:
"Lunes, martes, miércoles tres..."
Con un versito que decía:
"Jueves, viernes, sábado seis..."
-Bah, qué tontería -contestó Domingo y dio media vuelta.
Pero como Domingo era copión y envidioso, decidió imitar la hazaña de Juan.
Esa tarde salió del colegio y, en el bosque, encontró a la ardilla juguetona y la siguió.
También lo sorprendió la tormenta y también fue a dar a la casa de las brujas.
Todo, todo igual que Juan.
Una vez junto a la ventana, oyó que las brujas, brujitas y las brujotas cantaban:
-¡Lunes, martes, miércoles tres, jueves, viernes, sábado seis..."
-Para que me regalen caramelos - pensó Domingo-, tengo que añadirle algo más a esta canción.
-"¡Domingo siete!"
A las brujas, naturalmente, no les gustó nada la interrupción.
La ventana se abrió de par en par, y se asomaron preguntando:
-¿Quién es el sinverguenza y amarrete que nos ha arruinado la canción con un domingo siete?
Y le arrojaron a Domingo por la cabeza el agua helada de una vieja palangana de latita.
Domingo salió corriendo, mientras la ardilla se reía tanto que tenía que taparse los dientes con la cola.
Domingo decidió desde ese día no ser más copión ni amarrete, y además se hizo amigo de Juan, que siguió como siempre con sus tres pecas en el cachete.

Y así, con un firulete,
se acaba el libro en un domingo siete.





Cuentopos de Gulubú, María Elena Walsh.
1a ed. 20a reimp.Buenos Aires: Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2013



5 comentarios:

  1. este cuento me parecio muy lindo porque cuando juan le trataba bien a domingo y se hicieron amigos para siemre te mando abrazo maria elena walsh de GONZALO GOMEZ

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  2. Que hermoso cuento 😍este cuento me parecio muy lindo porque cuando juan le trataba bien a domingo y se hicieron amigos para siemre te mando abrazo maria elena walsh de GONZALO GOMEZ

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