literatura

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miércoles, 27 de mayo de 2015



       Caricia   
       
   [Poema: Texto completo]
                                                            Gabriela Mistral


Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar...

Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar...

Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar...

El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en las niñas tienes
a tu hijo y nada más.

Los ojitos que me diste
me los tengo de gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar...



http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/ha/mistral/caricia.htm

martes, 26 de mayo de 2015

EL LOBO JUAN FEROZ


Hola, soy el Lobo Feroz, Juan mi nombre, mi apellido, Feroz… Quiero contarles mi historia. Yo vivía en el bosque, feliz, me gustaba mucho. Trataba de mantenerlo limpio y ordenado. Un día de sol mientras juntaba toda la basura dejada por los turistas, que son bastante sucios, sentí pasos. Me escondí detrás de un árbol para ver quien venía, era una nena vestida de una forma muy divertida, toda de rojo, con una capucha, como quien no quiere que le vean la cara. Iba muy feliz, cortando flores de mi bosque, eso sí, sin pedir permiso a nadie. Me parece que ni se le ocurrió que las flores no le pertenecían.
Por supuesto, me puse a investigar. Le pregunté quién era, como se llamaba, adonde iba. Ella contestó cantando y bailando que iba a casa de la abuelita con una merienda. Me pareció una persona honesta, pero estaba en MI bosque, ¡Y cortando flores! De repente sin decir ni mú mató a un mosquito que volaba libremente, cuando la quise hacer reflexionar me dijo que “No me metiera”… que también era SU bosque. Así que decidí darle una lección.
La dejé ir y yo corrí a la casa de la abuela, le expliqué la situación y ella estuvo de acuerdo en que su nieta merecía una lección. Estuvo de acuerdo en esconderse debajo de la cama y dejarme a cargo de la situación. Cuando llegó la ROJITA, me encontró acostado, vestido con la ropa de la abuela. Nomás entró, me dijo algo bien feo sobre mis orejas. Con paciencia le dije que eran para escucharla mejor. Aunque no me caía muy bien la chiquita, traté de ser amable. Pero ahí nomás no sé qué me dijo de mis ojos saltones.
Comprenderán que empecé a enojarme. La pibita empezaba a caerme antipática. Sin embargo me dije:”Voy a bancarla, voy a tener paciencia, aunque sea por su pobre abuela”. Respiré hondo y le dije que mis ojos eran para verla mejor. Pero después ya me resultó insoportable cuando dijo algo muy maleducado sobre mis grandes y feos dientes. Sé que tendría que haberme controlado, lo sé. Pero en ese momento lo único que pude hacer fue saltar de la cama y gruñirle con todas mis fuerzas, enseñándole toda mi dentadura y diciéndole que eran así de grandes, PARA COMERLA MEJOR.
Ustedes saben que un lobito como yo no puede comerse a una nena. ¡Por favor! ¿A quién se le ocurre semejante cosa! Pero la chica esa de la caperuza roja, empezó a correr y a gritar bochincheramente, por toda la pieza. Hasta que de repente la puerta se abrió y entró un leñador con un hacha enorme y afilada. Yo estaba demasiado nervioso como para andar dando explicaciones. Así que lo miré y me di cuenta enseguida que corría peligro, así que salté por la ventana y escapé….
Me gustaría decirles que este es el final de la historia, pero no es así. La abuela nunca contó la verdad. Prefirió hacerse la víctima para salir en los noticieros de la tele, de internet, de la radio… No pasó mucho tiempo sin que corriera la voz de que en el bosque había un lobo feroz malo y peligroso. Todo el mundo empezó a hablar mal de mí. Después de eso me tuve que andar escondiendo. Me daba vergüenza andar por mi propio bosque. No sé qué será de la vida de la antipática nena de cachetes rosados y vestida de forma rara toda de rojo. Pero sí les digo que nunca me dejaron contar mi historia. Si lo hubiera hecho, ¿Quién me hubiera creído a mí?
Al menos ahora ustedes saben la verdad.






Final para un cuento fantástico
[Minicuento. Texto completo.]
                                                            I.A. Ireland

-¡Qué extraño! -dijo la muchacha avanzando cautelosamente-. ¡Qué puerta más pesada!
La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.
-¡Dios mío! -dijo el hombre-. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos!
-A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.

FIN