"DEL OTRO LADO DEL MUNDO"
de Laura
Devetach
El chiquilín va por la playa saltando
en un pie.
Tac tac, derecho, derecho, siempre en
un pie.
El mar lo moja y él trata de pisarle
la lengua. El sol está saliendo.
De pronto el chiquilín encuentra un
trozo de playa con arena muy especial.
Dibuja un monigote cabezón y con
cuerpo de palitos. La arena se lo chupa.
Pisa fuerte y la arena chupa la
huella.
- ¡Aquí debe estar el centro de la
tierra!- dice-. ¡Quiero ver cómo es el centro de la tierra! ¡Quiero ver cómo es
más allá del centro de la tierra! ¡Quiero ver cómo es del otro lado del mundo!
Hace un pozo con el dedo, pero el
pozo se cierra.
Entonces levanta un vaso verde que
está por ahí, en la playa, y encuentra también una palita olvidada y una
cuchara.
Y cava, cava, cava, con el vaso, con
la palita, con la cuchara. Cava buscando el centro de la tierra.
Es tan enorme el pozo, que debe haber
llegado hasta más allá del centro d la tierra.
Ese pozo debe haber llegado hasta el
otro lado del mundo.
El chiquitín se queda mirándolo.
Lejos pero muy lejos, terriblemente
lejos del pozo, ha llovido.
Una niña corre sobre el verde.
Chapotea y el barro y el paso se le meten por entre los dedos.
Hay que aprovechar el sol del atardecer,
porque en las laderas de aquellas montañas los chaparrones van y vienen en
cualquier momento.
La nena se tira de panza abajo y mira
a su cara en un charco.
- ¿Cómo será el mar?- le pregunta a la
cara del charco.
Hace navegar una hoja porque oyó
decir que en los mares hay barcos y bate el agua con los dedos pensando en todo
lo que no sabe de los mares.
Tacatán tacatán pasa una bandada de
caballitos del diablo.
Pasan los panaderos, pelucas de las
mariposas.
Pasan las mariposas sin sus pelucas.
- ¿Cómo es el mar?- les pregunta.
Pero ellos sólo saben andar por los
aires.
La nena sigue correteando mientras
piensa cómo serán los ruidos de mar, en los animales del mar, siempre mojados,
con los ojos abiertos debajo del agua.
De pronto encuentra un gran claro en
el pasto y se detiene. Es un extraño círculo de tierra acolchada.
Se tira de rodillas para mirar. O
para escuchar, porque oye algo. Quizás conversaciones de lombrices.
Las lombrices tienen que saber cosas
sobre el mar, o sobre el centro de la tierra o sobre el otro lado del mundo.
Porque para eso las lombrices se
pasan la vida haciendo túneles.
El chiquitín de la playa mira su pozo
que llega más allá del centro de la tierra y lo ve demasiado vacío.
Entonces mira hacia el mar que a esa
hora, cuando le viene el hambre, tiene un vuelo de mantel tendiéndose y un
velero de servilleta doblada y la espuma de leche con migajas.
El chiquilín mete todo lo que ve en
una lata vacía que está por ahí, en la arena. El velero, la espuma, el mar y
las cosas que vuelan dentro. Y lo va volcando en el gran pozo.
Y dale mar dale mar dale mar entrando
en el pozo sin fondo.
Entonces, muy muy lejos del pozo, la
nena que estaba escuchando las conversaciones de las lombrices, oye un murmullo
cada vez más fuerte en el círculo de tierra acolchada.
Siente olores extraños que se
acercan.
De pronto brota un velero de
servilleta doblada y luego el agua con su espuma y todo lo que en ella vuela.
Brota y se extiende, justo del otro
lado del mundo.
Brota y moja los pies, brota y se
desparrama frente a los ojos de la nena que, del otro lado del mundo, nunca
había conocido el mar.
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